Un día de primavera en New York desperté con muchas ilusiones juntas, ya que tendría la oportunidad de reencontrarme con el pasado y el futuro. Y era tal y como dice Juan Luis en una de sus nuevas canciones “Something good is coming to my life, I don´t know what it is I dont know wahat it´s like but I, I can feel it in my heart tonight”. Ese día de primavera la brisa era fresca y no molesta, me daba en el rostro fuerte, mas no me galleteaba, me hacia sonrojar de alegría porque sabia que algo bueno tendría ese día.
A las 9:00 a.m. comenzó mi felicidad cuando te vi entrar otra vez en mi vida, esta vez más fresco, relajado, platicador, tranquilo y con un sentido del humor que nunca cambia. Luego vinieron las palabras, el pasado, el murmullo de esos días que recogían la historia de nuestras cabezas. Era un día perfecto, sin desperdicios, en el que fui lo bastante egoísta y no lo compartí con nadie. Pero tenía mis temores a pesar de estar lo bastante tranquilo y precisar que nada me molestaría, estoy seguro que todo sucede de la misma manera: historias negras que amenazan de nuevo con llegar hasta el borde de nuestras almas, ese presentimiento, esa insistencia que después me conduce, más allá de mí mismo, a ese yo interior que no quiero volver a ver desde que entre mi corazón a papa Dios.
Siempre he sido el que espera la ascensión de los días desde lo más alto. Ahora me pude dar cuenta que el perdón, el verdadero perdón, hace grande y libre a los seres humanos. Hace que las profecías de nuestros corazones se transformen en palabras que adormecen el corazón del odio. Todo a mí alrededor era maravilloso, ese día de primavera en la gran manzana decidí sólo respirar pausadamente.
Los lugares y las situaciones no eran escogidos. Todo llegaba al azar, los chocolates, el paisaje, el sol de la tarde, las miradas precisas y mientras crecía el silencio, sobre el acelerado corazón, caía la noche. Cuando nos confiamos al orden de los sueños y cuando compartimos los conocimientos de todas nuestras vivencias y lugares que nos fueron propicios todo estaba a nuestro favor. SOLO HAY QUE TENER PACIENCIA.
Esas almohadas dividían su tiempo del mió, los sonidos de la noche eran como cánticos de dioses, no molestaban, en lo absoluto eran relajantes, aliviantes, acogedores. Aquella pared de plumas era fina y alta pero mas que dividir tenia un función mas importante la de RESPETAR los espacios y dejar que las cosas fluyeran. El sueño era imposible de concebir, cuando el roce imprevisto de las almohadas nos causaba temor. Cuando de pronto pude ser seducido por el sueño me puse a pensar que los años, meses, días y horas que vivimos en el recuerdo, lo único que hacen es envejecernos.
Quizás ya he descubierto que el dolor, al principio, tiene la forma misma de la felicidad. Al cabo de los años lo único que queda es el perdón y el respeto. Después de mucho tiempo, ahora vivo despacio, sin intimidaciones, soy ese tipo que ahora vive con actitud positiva el que se ha hecho perdonar por los ofendidos y el que anda por la vida preservando en silencio la sustancia de su felicidad.
Ahora se que duermes tranquilo, que te rodeas de muchas bendiciones y cosas buenas, nada puedo decirte de ese día simplemente fue PERFECTO. Lo recordare como “Una noche que apago sus luces para que nadie entre ni salga de las almohadas”.
Al día siguiente fue mucho mejor, no había dolor en el corazón, no había recuerdos desagradables, ME PUDE DAR CUENTA QUE TENIA UNA ETAPA SUPERADA. Mientras se perdía dentro de la multitud pude respirar mi último sorbo del aire de primavera de la gran manzana y ver desaparecer la bandera de los EE.UU...... No llore (COSA RARA EN MI) con esto pude confirmar una vez mas que si estaba curado, que Dios había hecho su trabajo.
